ASHEs (one shot)

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Maria Eleanor
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ASHEs (one shot)

Mensaje por Maria Eleanor »

Dio vuelta la página de aquella revista, para continuar leyendo la nota. Durante aproximadamente media hora había contemplado la foto de página completa, que la mostraba sonriente, muy joven a pesar del paso de tantos años....¿cuántos eran? Mas de 40....Sin embargo, al verla en esa revista, parecía que sólo habían pasado unos pocos meses desde que no la veía. Siguió leyendo, pero ya no pudo concentrase en el resto de la nota. Nunca mas había vuelto a hablar con ella, ni siquiera volvió a cruzársela, sólo algunas veces en televisión, pero se había apresurado a cambiar de canal, o en otras revistas, de las que se deshizo rápidamente. Todo había terminado con la misma rapidez con la que había empezado, se había esfumado en medio del escándalo. La pareja fue como un barco que no pudo resistir las zozobras que le planteaban la beatlemanía, los viajes, las drogas, y las interminables amantes. Reconocía que la culpa, en gran parte, fue de él, pero ella nunca pudo, o nunca quiso, adaptarse a sus vertiginosos cambios, ni siquiera lo intentó. Sabía que lo tenía completamente a sus pies y por eso nunca dejó su estilo de vida.
La había querido muchísimo, se había enamorado por primera vez con ella, le había dedicado muchas canciones, pero no se arrepentía de que todo se hubiera terminado: gracias a eso, tiempo después, supo lo que era la verdadera felicidad y el verdadero amor, y pudo disfrutar de eso por muchos años.
Pero ahora estaba solo. Y verla de vuelta le había movido algo en su interior. “Sensaciones del pasado”, se dijo. Pero a veces, no todo lo pasado está pisado. Eso había sucedido, era parte de su vida, ¿por qué olvidarlo, negar que había existido?
Miró el reloj, ya eran las 1 de la madrugada, hora de irse a dormir. Pese a que siempre le costaba relativamente poco conciliar el sueño, esa noche tardó mucho. Pero no lo vio como un insomnio molesto. Simplemente no se dio cuenta que las horas pasaban mientras se dedicaba a recordar cosas, cosas que creía enterradas, olvidadas completamente, y que en la penumbra de esa noche afloraron nítidas, intactas.
Habían vivido muchas cosas juntos. Cosas buenas y de las otras, pero muchas. Quizás demasiadas como para que tuvieran el final que tuvieron. Era necesaria una segunda parte, aunque se diga que las segundas partes son malas. Pero...no, se estaba haciendo ilusiones antes de tiempo, estaba imaginando todo un reinicio que seguramente no se produciría porque ella, con toda la razón del mundo, lo mandaría al demonio. Así que sacudió su cabeza y apretó fuerte los párpados, para que el sueño viniera rápido, como si eso fuera a sacarle de encima los fantasmas nocturnos que lo acechaban. Pero a la mañana siguiente comprobó que no, los recuerdos estaban ahí, esperando a que despertara. Y cuando lo hizo decidió tomarlos, hacerlos suyos otra vez y dejar de lado la inseguridad sobre la respuesta de ella.
Se levantó y comprobó, para su satisfacción, que su nieto había dejado su netbook en la cocina. Se apoderó de ella y buscó por la web. Tenía que haber algo, alguna página de fanmail que le diera aunque sea un mínimo dato. Primero, el navegador le ofreció información que no le servía, y después, fotos. Vaya que era bonita, el trascurso de la vida había borroneado un poco lo que recordaba de su imagen. Al fin encontró lo que buscaba, lo garabateó en un trozo de papel, y dejó la netbook como si nada hubiera pasado. Listo, ahora lo tenía, era algo mínimo, pero era una pequeña luz de esperanza que le hacía imaginar su vida rehecha, aunque era conciente de que todo no seria como antes. Pero, al fin y al cabo, se habían amado mucho y eso tenía que servir, confiaba en el refrán de “Donde hubo fuego, CENIZAS quedan”.
Pensando en esas palabras antiguas y anónimas, tomó el teléfono y marcó copiando el número que había apuntado en el papel. Tres tonos de llamada que se le hicieron interminables trataron de desanimarlo, pero no lo consiguieron. Al fin el ruido del teléfono descolgándose cortó esos tonos y una voz femenina, que para su sorpresa reconoció al instante, saludó.
Y él, tomando aire y jugándose quizás su última carta, también saludó:
-Hola Jane.
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