[FanFic] DAKOTA [+16] [Comedia]
Moderadores: SePiA, Ary Channels
[FanFic] DAKOTA [+16] [Comedia]
Hola a tod@s!
Bueno, ya hace mucho que pasé por aquí hablando de mi primer fic y ahora regreso, mucho después y ni sé muy bien por qué, a dejaros el primer capi de otro que acabo de empezar. Sé que esta sección está ya un poco muerta, pero hoy me he pasado por el foro y, ojeándolo, he creído que tal vez el publicar el primer capi de esto que he empezado le insuflaría un poco de vidilla al tema...
Antes que nada, la clasificación, que, aunque ya está casi toda en el título del tema, debe ponerse:
GÉNERO: Comedia/Parodia
CLASIFICACIÓN POR EDADES: +16 (esta clasificación sólo responde al hecho de que en ocasiones se use vocabulario vulgar y coloquial. Traduciendo, que hay palabras malsonantes por ahí, aunque tampoco va a ser una cosa exagerada).
OTRAS ADVERTENCIAS: No hay mucho más que decir al respecto, pero en ocasiones (como es el caso de este primer capi), se hace referencia a las drogas y todo ese mundillo, aunque no sea ni muchísimo menos la tónica general del fic. No creo que a nadie le sorprenda esto en un FF de The Beatles, pero advierto por si a alguien le "hiere la sensibilidad" este tema.
Por lo demás, comentaros que os vais a encontrar con una comedia un poco bestia ambientada en los años de "encierro" de John Lennon en el Dakota. Si a alguien le apetece leer, ¡adelante! Espero que disfrutéis leyéndolo como yo disfruto escribiéndolo. Y sin más, aquí va el primer capi...
DAKOTA
Capítulo 1: Ofertas de empleo
Mi madre tenía razón, y mira que me jode tener que admitirlo. Pero bueno, las cosas son como son y si la mujer estaba en lo cierto, pues hay que reconocerlo.
Aún resuenan en mi mente aquellas palabras que me dijo el día que me matriculé en la universidad como una especie de mantra: “¿Filosofía? Mira que eso no sirve más que para hacer el tonto, hija, que te vas a morir de hambre. Hazte abogada y especialízate en divorcios, o ingeniera o arquitecta, que te vas a forrar. ¿Filósofa? ¿Qué hace un filósofo? ¿Pensar? ¿Y crees que te van a pagar por pensar? ¡Anda ya!”.
Obviamente no me digné ni siquiera a escucharla y continué con lo mío. “¡Vaya mujer materialista e ignorante que me ha tocado por madre!”, pensé, “ ¡Si los filósofos han cambiado el mundo, son el motor de la Historia! Y si no, ahí están Platón, Descartes, Marx, Rousseau o Nietzsche para dar fe de ello”. Y así fue como yo, predestinada a ser la Sócrates del siglo XX, estudié Filosofía.
Terminé la carrera cinco años después, con dolor de cabeza a causa de la intensidad de mis pensamientos y de las cantidades industriales de marihuana ingeridas durante mi estancia en la universidad, además de con un expediente más o menos brillante. Estaba preparada para sorprender al mundo, para convertirme en lo que yo siempre había ansiado y demostrarle a la ignorante de mi madre que sí que iba a poder vivir de mis pensamientos. Pobre de mí, que no sabía que la ignorante era yo y no ella.
Pasaré por alto mis intentos por intentar vivir de lo que había estudiado. También omitiré lo de mi brillante libro de reflexiones escrito en medio de inmensos colocones de marihuana y cerveza en casa de mi amigo Sven y que ni un solo editor quiso ni siquiera mirar. Sólo me limitaré a decir que me encontré con la cruda realidad de repente, como un suicida que se tira de un décimo se encuentra de pronto con el pavimento de la acera. Y allí quedó, desparramado sobre el asfalto de Nueva York, mi genial cerebro de filósofa y yo, tragándome mi orgullo, tuve que recogerlo cachito a cachito después del monumental hostión y resignarme a vivir una vida más mundana y menos reflexiva. Vamos, resumiendo, que tuve que ponerme a trabajar y dejar las reflexiones para mis escasos ratos libres.
Probé de camarera, pero el empleo me duró hasta que mandé a la mier... a un cliente que se quejó del café. Lo intenté de cajera de supermercado, pero la paciencia con las viejas de la cola tampoco fue mayor que con los clientes de la cafetería. Lo de repartidora de pizzas no me daba ni para comer y decidí dejarlo a la semana. Eso de los empleos normales no parecía llevarse demasiado bien conmigo… Pero bueno, a veces la suerte puede cambiar de un día para otro y, justo cuando estaba pensando en adoptar a un perro callejero y ponerme en Central Park a pedir limosna mientras hacía malabares con bolas de papel de plata, la empresa de limpieza American Cleaning Enterprise se cruzó en mi camino. Si os ahorráis las risas y las mofas sobre cómo acabé convertida en una vulgar limpiadora en lugar de en una gran filósofa, os lo agradeceré eternamente.
Si bien quitar el polvo, hacer la colada o limpiar los cristales de los ricos de Nueva York no era la actividad más gratificante del mundo, al menos esta vez sí conseguí aguantar en el mismo empleo más de dos meses seguidos. Vale, tal vez fuera porque normalmente trabajábamos cuando los dueños de la casa no estaban y no tenía a nadie con quien pelearme a no ser que fueran los perros snobs que se quedaban allí mientras yo me encargaba de hacer mis tareas. Pese a eso, estaba sorprendidísima de mi enorme capacidad de aguante y de mi santa paciencia con aquel empleo que continuaba considerando una mier.... Pero bueno, cobraba a final de mes, podía comer y pagarle un modesto alquiler a Sven por la habitación que ocupaba, así que no me podía quejar.
Y entonces, cuando todo parecía ir un poco mejor, mi jefa me llamó al despacho.
Fue una de mis mañanas libres de enero, más fría que el culo de un pingüino, cuando sonó el teléfono de casa. Después de esperar en vano a que Sven levantara su sucio culo del sofá y contestara, me decidí a hacerlo yo, como siempre.
-¿Sí?-contesté de mala gana cuando descolgué. Le lancé una mirada reprobatoria a Sven, a tan sólo dos metros del teléfono y que me había hecho salir de mi habitación sólo porque él encontraba mucho más interesante el continuar rascándose las pelotas por debajo de sus calzoncillos que contestar al teléfono. Él simplemente se limitó a ignorarme. Nada nuevo bajo el sol.
-¿Sophie? ¿Hablo con Sophie?-respondió una voz femenina al otro lado.
-Sí, soy yo.-dije sorprendida. Normalmente, nadie me llamaba a no ser que fuera mi madre dándome la brasa con sus cosas.
-Perfecto. Soy Helen, la encargada de…
-Ah, hola Helen.-le respondí antes de que pudiera acabar la frase cuando reconocí a mi jefa. Antes de decir nada más, tragué saliva. Seguro que me había equivocado y esa no era mi mañana libre. Seguro que algún rico insoportable se habría quedado esperando los servicios de American Cleaning Enterprise y como no se me ocurriera una buena excusa me iban a despedir.-¿Qué tal?
-Bien, bien… Mira, Sophie, siento llamarte en tu día libre, de verdad.
Después de escuchar aquello, volví a respirar aliviada. Ni siquiera me había dado cuenta de que había dejado de hacerlo desde que había sabido que era Helen la que me estaba hablando: un poco más y hubiera caído al suelo muerta por falta de oxígeno. Y si esperaba que Sven se levantara a hacerme el boca a boca la llevaba clara. Bueno, pensándolo bien, prefería ver la luz al final del túnel de la muerte que tener a Sven encima de mí haciéndome eso. Intentando sacarme de la mente aquellas imágenes tan escatológicas, volví a prestar atención a las palabras de Helen, que continuaba con su discurso de disculpas.
-…ya sabes que nunca quiero molestaros en los días que libráis, pero es que esto de verdad es urgente y creo que sólo tú das con el perfil.
-¿Qué perfil?-quise saber sin tener ni idea de qué puñetas me estaba hablando mi jefa.
-Lo siento, Sophie… Es que estoy tan nerviosa que me cuesta expresarme. Digamos que esto es una oferta de trabajo. Mejor que te vengas a mi oficina cuando puedas y te explico de qué va la cosa.
Después de hacerle prometer que me iba a pagar el día como horas extra, colgué extrañada. Al menos no me iban a despedir, pero no me explicaba eso de “la oferta de trabajo”. Yo era de las novatas y había decenas de empleadas mejores y, a no ser que alguien buscara a una chacha capaz de hacer silogismos mientras limpiaba la taza del wáter, no me explicaba en qué podía ser mejor mi perfil que el de las demás. Me daba a mí que eso era, simple y llanamente, una excusa para endosarme un trabajo horroroso que previamente habían rechazado todas y cada una de las empleadas de la empresa. De hecho, si cerraba los ojos, casi que podía visualizarme a mí misma al cabo de unos días limpiando las cloacas del Bronx con una máscara de gas mientras un montón de ratas devoraban mis pies como manjar de los dioses. Definitivamente, la idea no me atraía demasiado.
Me cambié rápidamente y salí del apartamento, dejándome a Sven roncando como un jabalí en el sofá con la mano aún metida dentro de los calzoncillos. Pobrecito, el rascarse los cojones lo había agotado tanto que se había quedado dormido…
Tras un viaje en metro lleno hasta los topes, llegué a Manhattan y me planté en la oficina de mi jefa. Antes incluso de que pudiera llamar a su puerta, Helen salió y me recibió con su peculiar sonrisa. Mi jefa a simple vista podía parecer la persona más desagradable del mundo, pero esto sólo era hasta que te sonreía: entonces parecía ya no sólo la persona más desagradable del mundo sino la más desagradable de todo el Universo, incluidos los marcianos verdes y viscosos de las películas. Seguro que cuando sonreía en presencia de niños, éstos se ponían a llorar en el acto.
-Buenos días, Sophie. Te estaba esperando, pasa.
Le devolví el saludo intentando no fijarme en sus dientes negruzcos y su expresión de hiena y la seguí adentro del despacho. Después de sentarnos y de volverse a disculpar por enésima vez por haberme molestado en mi día libre, Helen carraspeó y empezó a hablar en tono solemne.
-Esta mañana ha ocurrido algo inimaginable, Sophie.
-¿Ah, sí?-no era la mejor respuesta del mundo, pero en aquellos momentos mi cerebro no daba para más.
-Uy, sí, ni te imaginas.-siguió la jefa.-Hemos recibido una llamada en busca de una asistenta. Hasta ahí todo normal, por supuesto. La sorpresa ha venido cuando la señora que llamaba nos ha exigido que le enviemos a alguien con estudios… Y bueno, por eso te he llamado a ti, porque eres la única de nuestras chicas que ha estado en la universidad. Incluso me atrevería a decir que eres la única que ha acabado la secundaria, excepto yo, claro.
-¿Y por qué necesitan una persona con estudios para que les limpie la casa?-pregunté extrañada ignorando el tonillo de autosuficiencia que había usado Helen en su última frase. Tal vez la mujer creía que debían darle una medalla al mérito por haber acabado el instituto o algo así.
-Ni idea.-contestó encogiéndose de hombros.-Pero ya conoces a los ricos; a veces son muy raros y tienen manías incomprensibles…
-Ya lo creo…
-Pero bueno, Sophie, espera que aún no he acabado.-siguió Helen volviendo a mostrar su escalofriante sonrisa.-Todavía no sabes lo mejor… ¿A que no sabes quién requiere de nuestros servicios?
“Querrás decir de MIS servicios, hiena”, pensé para mis adentros, “Porque tú no has pillado un puto plumero en tu vida, explotadora”. No obstante, aquellos pensamientos se tradujeron en una sonrisa inocente a la vez que negaba con la cabeza.
-Pues agárrate porque esto te va a encantar… ¡vas a trabajar en casa de John Lennon y Yoko Ono!
No me preguntéis cómo reaccioné; no me acuerdo.
**************************************
-¡Sven, joder, mueve tu puto culo y busca lo que te he dicho!
-No le hables así a tu casero, Sophie.-dijo con tonillo de prepotencia antes de meterse el dedo en la oreja y hurgársela con energía.-Y tranquila, ahora lo busco; aunque no sé si lo encontraré, creo que lo tiré.
-Si lo tiraste te tiro yo a ti, pero por la ventana.-mascullé atacada de los nervios.-¡Y deja de mirarte la cera que te has sacado de la oreja, asqueroso!
-Podría montar una fábrica de velas, ¿te imaginas?
-¡Sven!
-Vale, vale, ya va…-masculló de mala gana levantándose del sofá y dirigiéndose hacia la estantería repleta de cosas que teníamos en el comedor.-Pero vamos a ver, ¿a ti para qué coño te hace falta ahora una carta astral?
-Ya te lo he dicho: mañana tengo que presentarme ante la Yoko Ono ésa con mis referencias de la empresa de limpieza y mi carta astral. Si no hay carta astral, no hay contrato.
-Ya, claro… Seguramente querrá ver si los astros te predestinan a limpiar la mier... de los demás y todo eso…-rió él irónico.
-Pues con la suerte que tengo, seguro que sí.-le seguí la corriente.-Anda, pedazo de carne con ojos, hazme el favor de buscar la mier... ésa, que necesito que me hagas una carta astral.
-Ya te he dicho que no tengo ni p#$%@ idea de cómo hacer eso, Sophie. Me compré aquel libro sobre cómo elaborar cartas astrales sólo porque con él me regalaban una muestra de desodorante.
-Me importa una mier... que sepas hacer eso o no, Sven, si no sabes nos la inventamos y ya está; pero yo paso de gastarme veinte dólares en una maldita carta astral que no sé ni para qué sirve. Para eso la hacemos nosotros siguiendo las instrucciones de ese libraco y me ahorro una pasta.
-¿Y mi mano de obra quién me la paga?
-¿Mano de obra? No me hagas reír…
-¡Ey! ¡Aquí está!-exclamó de repente sacando un libro negro hecho polvo de la estantería. La portada mostraba la foto de una pitonisa que más bien parecía un putón de polígono industrial con una bola de cristal delante. No es que me inspirara la mayor confianza del mundo, pero bueno, la astrología no es una ciencia que requiera de la ayuda de Albert Einstein, precisamente.
Sin decir nada más, puso el libro sobre la mesa y empezamos a “trabajar” en mi carta astral. Dos horas, seis cervezas y dos porros después, habíamos terminado de elaborarla. Por no estar bien, no estaba bien ni mi horóscopo, pero bueno, confiaba en que la señora Yoko Ono no se diera cuenta de ese pequeño detalle…
***************************
Viernes por la mañana. El día anterior había sido tan frío como el culo de un pingüino, ¿no? Pues bien, ese día el pingüino parecía que se hubiera pasado la noche con el culo metido en una cubitera.
Con la nariz roja y haciendo un esfuerzo monumental por no moquear, me presenté en el lujoso edificio donde Yoko Ono tenía su despacho. Tratando de poner la mejor de mis caras y de parecer una chica de lo más apañada, me presenté a la secretaria que había allí.
-¿Usted es la chica que tenían que enviar de la empresa de limpieza?-me preguntó con cara de estar oliendo mier....
-Sí, la misma.
-Muy bien, déjeme sus referencias y la carta astral que le han pedido.-me contestó con la misma expresión.-Se lo haré llegar a la señora Ono y si todo está correcto, ya le llamará para decirle cuando empieza.
-¿No va a recibirme ella?
-Yoko Ono es una mujer muy ocupada, señorita.-me replicó airosa.-Déjelo ahí y si eso ya la llamarán.
“Si eso”. O sea, que a la mier..., que no me iban a llamar. ¿Y para eso me había yo pasado la tarde del día anterior inventando mamonadas sobre la posición de los planetas cuando nací? ¡Anda ya!
Salí de allí después de mascullar una despedida de mala gana. Después, con cara de perro, me fui a dar un paseo por Central Park. Al menos, me airearía y se me quitaría la mala leche que me había puesto aquella tiparraca encima.
Lo que no sabía es que mi mal humor estaba completamente infundado. Sí que me iban a llamar. Y sin ir más lejos, al día siguiente.[/b][/color]
Y hasta aquí el capítulo 1 de esta cosa que se me ha pasado por la mente... Si alguien tiene ganas de seguir leyéndolo, que se pase por mi blog, que seguiré publicando por allí el resto de capis: www.dehistoriasybeatles.blogspot.com
Saludos y gracias por leer!
Bueno, ya hace mucho que pasé por aquí hablando de mi primer fic y ahora regreso, mucho después y ni sé muy bien por qué, a dejaros el primer capi de otro que acabo de empezar. Sé que esta sección está ya un poco muerta, pero hoy me he pasado por el foro y, ojeándolo, he creído que tal vez el publicar el primer capi de esto que he empezado le insuflaría un poco de vidilla al tema...
Antes que nada, la clasificación, que, aunque ya está casi toda en el título del tema, debe ponerse:
GÉNERO: Comedia/Parodia
CLASIFICACIÓN POR EDADES: +16 (esta clasificación sólo responde al hecho de que en ocasiones se use vocabulario vulgar y coloquial. Traduciendo, que hay palabras malsonantes por ahí, aunque tampoco va a ser una cosa exagerada).
OTRAS ADVERTENCIAS: No hay mucho más que decir al respecto, pero en ocasiones (como es el caso de este primer capi), se hace referencia a las drogas y todo ese mundillo, aunque no sea ni muchísimo menos la tónica general del fic. No creo que a nadie le sorprenda esto en un FF de The Beatles, pero advierto por si a alguien le "hiere la sensibilidad" este tema.
Por lo demás, comentaros que os vais a encontrar con una comedia un poco bestia ambientada en los años de "encierro" de John Lennon en el Dakota. Si a alguien le apetece leer, ¡adelante! Espero que disfrutéis leyéndolo como yo disfruto escribiéndolo. Y sin más, aquí va el primer capi...
DAKOTA
Capítulo 1: Ofertas de empleo
Mi madre tenía razón, y mira que me jode tener que admitirlo. Pero bueno, las cosas son como son y si la mujer estaba en lo cierto, pues hay que reconocerlo.
Aún resuenan en mi mente aquellas palabras que me dijo el día que me matriculé en la universidad como una especie de mantra: “¿Filosofía? Mira que eso no sirve más que para hacer el tonto, hija, que te vas a morir de hambre. Hazte abogada y especialízate en divorcios, o ingeniera o arquitecta, que te vas a forrar. ¿Filósofa? ¿Qué hace un filósofo? ¿Pensar? ¿Y crees que te van a pagar por pensar? ¡Anda ya!”.
Obviamente no me digné ni siquiera a escucharla y continué con lo mío. “¡Vaya mujer materialista e ignorante que me ha tocado por madre!”, pensé, “ ¡Si los filósofos han cambiado el mundo, son el motor de la Historia! Y si no, ahí están Platón, Descartes, Marx, Rousseau o Nietzsche para dar fe de ello”. Y así fue como yo, predestinada a ser la Sócrates del siglo XX, estudié Filosofía.
Terminé la carrera cinco años después, con dolor de cabeza a causa de la intensidad de mis pensamientos y de las cantidades industriales de marihuana ingeridas durante mi estancia en la universidad, además de con un expediente más o menos brillante. Estaba preparada para sorprender al mundo, para convertirme en lo que yo siempre había ansiado y demostrarle a la ignorante de mi madre que sí que iba a poder vivir de mis pensamientos. Pobre de mí, que no sabía que la ignorante era yo y no ella.
Pasaré por alto mis intentos por intentar vivir de lo que había estudiado. También omitiré lo de mi brillante libro de reflexiones escrito en medio de inmensos colocones de marihuana y cerveza en casa de mi amigo Sven y que ni un solo editor quiso ni siquiera mirar. Sólo me limitaré a decir que me encontré con la cruda realidad de repente, como un suicida que se tira de un décimo se encuentra de pronto con el pavimento de la acera. Y allí quedó, desparramado sobre el asfalto de Nueva York, mi genial cerebro de filósofa y yo, tragándome mi orgullo, tuve que recogerlo cachito a cachito después del monumental hostión y resignarme a vivir una vida más mundana y menos reflexiva. Vamos, resumiendo, que tuve que ponerme a trabajar y dejar las reflexiones para mis escasos ratos libres.
Probé de camarera, pero el empleo me duró hasta que mandé a la mier... a un cliente que se quejó del café. Lo intenté de cajera de supermercado, pero la paciencia con las viejas de la cola tampoco fue mayor que con los clientes de la cafetería. Lo de repartidora de pizzas no me daba ni para comer y decidí dejarlo a la semana. Eso de los empleos normales no parecía llevarse demasiado bien conmigo… Pero bueno, a veces la suerte puede cambiar de un día para otro y, justo cuando estaba pensando en adoptar a un perro callejero y ponerme en Central Park a pedir limosna mientras hacía malabares con bolas de papel de plata, la empresa de limpieza American Cleaning Enterprise se cruzó en mi camino. Si os ahorráis las risas y las mofas sobre cómo acabé convertida en una vulgar limpiadora en lugar de en una gran filósofa, os lo agradeceré eternamente.
Si bien quitar el polvo, hacer la colada o limpiar los cristales de los ricos de Nueva York no era la actividad más gratificante del mundo, al menos esta vez sí conseguí aguantar en el mismo empleo más de dos meses seguidos. Vale, tal vez fuera porque normalmente trabajábamos cuando los dueños de la casa no estaban y no tenía a nadie con quien pelearme a no ser que fueran los perros snobs que se quedaban allí mientras yo me encargaba de hacer mis tareas. Pese a eso, estaba sorprendidísima de mi enorme capacidad de aguante y de mi santa paciencia con aquel empleo que continuaba considerando una mier.... Pero bueno, cobraba a final de mes, podía comer y pagarle un modesto alquiler a Sven por la habitación que ocupaba, así que no me podía quejar.
Y entonces, cuando todo parecía ir un poco mejor, mi jefa me llamó al despacho.
Fue una de mis mañanas libres de enero, más fría que el culo de un pingüino, cuando sonó el teléfono de casa. Después de esperar en vano a que Sven levantara su sucio culo del sofá y contestara, me decidí a hacerlo yo, como siempre.
-¿Sí?-contesté de mala gana cuando descolgué. Le lancé una mirada reprobatoria a Sven, a tan sólo dos metros del teléfono y que me había hecho salir de mi habitación sólo porque él encontraba mucho más interesante el continuar rascándose las pelotas por debajo de sus calzoncillos que contestar al teléfono. Él simplemente se limitó a ignorarme. Nada nuevo bajo el sol.
-¿Sophie? ¿Hablo con Sophie?-respondió una voz femenina al otro lado.
-Sí, soy yo.-dije sorprendida. Normalmente, nadie me llamaba a no ser que fuera mi madre dándome la brasa con sus cosas.
-Perfecto. Soy Helen, la encargada de…
-Ah, hola Helen.-le respondí antes de que pudiera acabar la frase cuando reconocí a mi jefa. Antes de decir nada más, tragué saliva. Seguro que me había equivocado y esa no era mi mañana libre. Seguro que algún rico insoportable se habría quedado esperando los servicios de American Cleaning Enterprise y como no se me ocurriera una buena excusa me iban a despedir.-¿Qué tal?
-Bien, bien… Mira, Sophie, siento llamarte en tu día libre, de verdad.
Después de escuchar aquello, volví a respirar aliviada. Ni siquiera me había dado cuenta de que había dejado de hacerlo desde que había sabido que era Helen la que me estaba hablando: un poco más y hubiera caído al suelo muerta por falta de oxígeno. Y si esperaba que Sven se levantara a hacerme el boca a boca la llevaba clara. Bueno, pensándolo bien, prefería ver la luz al final del túnel de la muerte que tener a Sven encima de mí haciéndome eso. Intentando sacarme de la mente aquellas imágenes tan escatológicas, volví a prestar atención a las palabras de Helen, que continuaba con su discurso de disculpas.
-…ya sabes que nunca quiero molestaros en los días que libráis, pero es que esto de verdad es urgente y creo que sólo tú das con el perfil.
-¿Qué perfil?-quise saber sin tener ni idea de qué puñetas me estaba hablando mi jefa.
-Lo siento, Sophie… Es que estoy tan nerviosa que me cuesta expresarme. Digamos que esto es una oferta de trabajo. Mejor que te vengas a mi oficina cuando puedas y te explico de qué va la cosa.
Después de hacerle prometer que me iba a pagar el día como horas extra, colgué extrañada. Al menos no me iban a despedir, pero no me explicaba eso de “la oferta de trabajo”. Yo era de las novatas y había decenas de empleadas mejores y, a no ser que alguien buscara a una chacha capaz de hacer silogismos mientras limpiaba la taza del wáter, no me explicaba en qué podía ser mejor mi perfil que el de las demás. Me daba a mí que eso era, simple y llanamente, una excusa para endosarme un trabajo horroroso que previamente habían rechazado todas y cada una de las empleadas de la empresa. De hecho, si cerraba los ojos, casi que podía visualizarme a mí misma al cabo de unos días limpiando las cloacas del Bronx con una máscara de gas mientras un montón de ratas devoraban mis pies como manjar de los dioses. Definitivamente, la idea no me atraía demasiado.
Me cambié rápidamente y salí del apartamento, dejándome a Sven roncando como un jabalí en el sofá con la mano aún metida dentro de los calzoncillos. Pobrecito, el rascarse los cojones lo había agotado tanto que se había quedado dormido…
Tras un viaje en metro lleno hasta los topes, llegué a Manhattan y me planté en la oficina de mi jefa. Antes incluso de que pudiera llamar a su puerta, Helen salió y me recibió con su peculiar sonrisa. Mi jefa a simple vista podía parecer la persona más desagradable del mundo, pero esto sólo era hasta que te sonreía: entonces parecía ya no sólo la persona más desagradable del mundo sino la más desagradable de todo el Universo, incluidos los marcianos verdes y viscosos de las películas. Seguro que cuando sonreía en presencia de niños, éstos se ponían a llorar en el acto.
-Buenos días, Sophie. Te estaba esperando, pasa.
Le devolví el saludo intentando no fijarme en sus dientes negruzcos y su expresión de hiena y la seguí adentro del despacho. Después de sentarnos y de volverse a disculpar por enésima vez por haberme molestado en mi día libre, Helen carraspeó y empezó a hablar en tono solemne.
-Esta mañana ha ocurrido algo inimaginable, Sophie.
-¿Ah, sí?-no era la mejor respuesta del mundo, pero en aquellos momentos mi cerebro no daba para más.
-Uy, sí, ni te imaginas.-siguió la jefa.-Hemos recibido una llamada en busca de una asistenta. Hasta ahí todo normal, por supuesto. La sorpresa ha venido cuando la señora que llamaba nos ha exigido que le enviemos a alguien con estudios… Y bueno, por eso te he llamado a ti, porque eres la única de nuestras chicas que ha estado en la universidad. Incluso me atrevería a decir que eres la única que ha acabado la secundaria, excepto yo, claro.
-¿Y por qué necesitan una persona con estudios para que les limpie la casa?-pregunté extrañada ignorando el tonillo de autosuficiencia que había usado Helen en su última frase. Tal vez la mujer creía que debían darle una medalla al mérito por haber acabado el instituto o algo así.
-Ni idea.-contestó encogiéndose de hombros.-Pero ya conoces a los ricos; a veces son muy raros y tienen manías incomprensibles…
-Ya lo creo…
-Pero bueno, Sophie, espera que aún no he acabado.-siguió Helen volviendo a mostrar su escalofriante sonrisa.-Todavía no sabes lo mejor… ¿A que no sabes quién requiere de nuestros servicios?
“Querrás decir de MIS servicios, hiena”, pensé para mis adentros, “Porque tú no has pillado un puto plumero en tu vida, explotadora”. No obstante, aquellos pensamientos se tradujeron en una sonrisa inocente a la vez que negaba con la cabeza.
-Pues agárrate porque esto te va a encantar… ¡vas a trabajar en casa de John Lennon y Yoko Ono!
No me preguntéis cómo reaccioné; no me acuerdo.
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-¡Sven, joder, mueve tu puto culo y busca lo que te he dicho!
-No le hables así a tu casero, Sophie.-dijo con tonillo de prepotencia antes de meterse el dedo en la oreja y hurgársela con energía.-Y tranquila, ahora lo busco; aunque no sé si lo encontraré, creo que lo tiré.
-Si lo tiraste te tiro yo a ti, pero por la ventana.-mascullé atacada de los nervios.-¡Y deja de mirarte la cera que te has sacado de la oreja, asqueroso!
-Podría montar una fábrica de velas, ¿te imaginas?
-¡Sven!
-Vale, vale, ya va…-masculló de mala gana levantándose del sofá y dirigiéndose hacia la estantería repleta de cosas que teníamos en el comedor.-Pero vamos a ver, ¿a ti para qué coño te hace falta ahora una carta astral?
-Ya te lo he dicho: mañana tengo que presentarme ante la Yoko Ono ésa con mis referencias de la empresa de limpieza y mi carta astral. Si no hay carta astral, no hay contrato.
-Ya, claro… Seguramente querrá ver si los astros te predestinan a limpiar la mier... de los demás y todo eso…-rió él irónico.
-Pues con la suerte que tengo, seguro que sí.-le seguí la corriente.-Anda, pedazo de carne con ojos, hazme el favor de buscar la mier... ésa, que necesito que me hagas una carta astral.
-Ya te he dicho que no tengo ni p#$%@ idea de cómo hacer eso, Sophie. Me compré aquel libro sobre cómo elaborar cartas astrales sólo porque con él me regalaban una muestra de desodorante.
-Me importa una mier... que sepas hacer eso o no, Sven, si no sabes nos la inventamos y ya está; pero yo paso de gastarme veinte dólares en una maldita carta astral que no sé ni para qué sirve. Para eso la hacemos nosotros siguiendo las instrucciones de ese libraco y me ahorro una pasta.
-¿Y mi mano de obra quién me la paga?
-¿Mano de obra? No me hagas reír…
-¡Ey! ¡Aquí está!-exclamó de repente sacando un libro negro hecho polvo de la estantería. La portada mostraba la foto de una pitonisa que más bien parecía un putón de polígono industrial con una bola de cristal delante. No es que me inspirara la mayor confianza del mundo, pero bueno, la astrología no es una ciencia que requiera de la ayuda de Albert Einstein, precisamente.
Sin decir nada más, puso el libro sobre la mesa y empezamos a “trabajar” en mi carta astral. Dos horas, seis cervezas y dos porros después, habíamos terminado de elaborarla. Por no estar bien, no estaba bien ni mi horóscopo, pero bueno, confiaba en que la señora Yoko Ono no se diera cuenta de ese pequeño detalle…
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Viernes por la mañana. El día anterior había sido tan frío como el culo de un pingüino, ¿no? Pues bien, ese día el pingüino parecía que se hubiera pasado la noche con el culo metido en una cubitera.
Con la nariz roja y haciendo un esfuerzo monumental por no moquear, me presenté en el lujoso edificio donde Yoko Ono tenía su despacho. Tratando de poner la mejor de mis caras y de parecer una chica de lo más apañada, me presenté a la secretaria que había allí.
-¿Usted es la chica que tenían que enviar de la empresa de limpieza?-me preguntó con cara de estar oliendo mier....
-Sí, la misma.
-Muy bien, déjeme sus referencias y la carta astral que le han pedido.-me contestó con la misma expresión.-Se lo haré llegar a la señora Ono y si todo está correcto, ya le llamará para decirle cuando empieza.
-¿No va a recibirme ella?
-Yoko Ono es una mujer muy ocupada, señorita.-me replicó airosa.-Déjelo ahí y si eso ya la llamarán.
“Si eso”. O sea, que a la mier..., que no me iban a llamar. ¿Y para eso me había yo pasado la tarde del día anterior inventando mamonadas sobre la posición de los planetas cuando nací? ¡Anda ya!
Salí de allí después de mascullar una despedida de mala gana. Después, con cara de perro, me fui a dar un paseo por Central Park. Al menos, me airearía y se me quitaría la mala leche que me había puesto aquella tiparraca encima.
Lo que no sabía es que mi mal humor estaba completamente infundado. Sí que me iban a llamar. Y sin ir más lejos, al día siguiente.[/b][/color]
Y hasta aquí el capítulo 1 de esta cosa que se me ha pasado por la mente... Si alguien tiene ganas de seguir leyéndolo, que se pase por mi blog, que seguiré publicando por allí el resto de capis: www.dehistoriasybeatles.blogspot.com
Saludos y gracias por leer!
...and in the end the love you take is equal to the love you make
- Ary Channels
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- Registrado: Sab Ago 15, 2009 11:53 am
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Eres una maldita
Amo el manejo de absolutamente todas las expresiones, muero por seguir leyendo.
Y muchas gracias, señorita, por su "Antes que nada, la clasificación, que, aunque ya está casi toda en el título del tema, debe ponerse", es usted un gran ejemplo.
¡SIGUE, TE LO EXIJO!
Amo el manejo de absolutamente todas las expresiones, muero por seguir leyendo.
Y muchas gracias, señorita, por su "Antes que nada, la clasificación, que, aunque ya está casi toda en el título del tema, debe ponerse", es usted un gran ejemplo.
¡SIGUE, TE LO EXIJO!
Cold windowpane... a car upturned in the rain
Gracias, Ary!
Me alegro que te haya gustado esta paranoia que he hecho y que sigo haciendo. Y sí, tranquila, que cumplo con la exigencia y continúo con el fic, jajaja. Ando dándole los últimos retoques al segundo capi que se me ha atrasado más de lo previsto y supongo que para mañana ya saldrá del horno y lo subiré al blog... A no ser que alguien quiera que lo suba aquí también, que tampoco me importa.
Saludos y gracias gracias gracias por leer!
Me alegro que te haya gustado esta paranoia que he hecho y que sigo haciendo. Y sí, tranquila, que cumplo con la exigencia y continúo con el fic, jajaja. Ando dándole los últimos retoques al segundo capi que se me ha atrasado más de lo previsto y supongo que para mañana ya saldrá del horno y lo subiré al blog... A no ser que alguien quiera que lo suba aquí también, que tampoco me importa.
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...and in the end the love you take is equal to the love you make