

Una calurosa tarde de julio, Elsie Wright pidió prestada a su padre la cámara fotográfica Migd de placas, ya que deseaba hacerse unas fotografías con su prima Frances junto al arroyo que había en el fondo del jardín. Quería enviárselas a una prima suya y el señor Arthur Wright, padre de Elsie, se la dejó, con la condición de que no se la estropearan. Las niñas se marcharon muy contentas y cuando regresaron, algunas horas después, se la devolvieron intacta pero con unas cuantas impresiones marcadas en las placas. A excepción de las ropas mojadas de Frances, que accidentalmente se había caído en el arroyo, nada parecía indicar que las muchachas hubiesen hecho algo que no fuera jugar y divertirse como de costumbre.
Al caer la noche, el señor Wright se dedicó a revelar las fotografías y descubrió que en los clisés aparecían unas extrañas manchas blancas que se anteponían al rostro de Frances. Cuando le preguntó a Elsie qué creía que podía ser, ésta aseguró que eran sus amigas las hadas. Arthur se rió con la ocurrencia y las arrinconó pensando que las manchas podrían ser hojas o papeles arrastrados por el viento.
Transcurrido unos días, ya en el mes de agosto, la cámara fotográfica volvió a manos de las niñas y de nuevo el señor Wright se sorprendió al encontrar otra mancha blanca en el clisé. En esta ocasión, se veía a Elsie junto a lo que parecía ser un duende. Convencido de que las niñas pretendían tomarle el pelo, les prohibió volver a hacer uso de la cámara.
Sin embargo, amoscado por la palabra de las niñas, que insistían una y otra vez que las imágenes eran auténticas, Arthur Writh y su mujer, Polly, revisaron en las habitaciones de las dos muchachas intentando encontrar recortes de revistas o libros de hadas, de los cuales pudieran haber sacado la inspiración o los moldes para la farsa. No obstante su esfuerzo, los resultados fueron nulos.

A la sazón, Gardner, que veía el revelado de Arthur Writh poca calidad, creyó conveniente sacar nuevos negativos de los originales, y se los llevó al fotógrafo Fred Barlow, para que hiciera de ellas copias más claras y limpias.
Fue entonces cuando, de verdad, se empezó a hablar de las hadas de Cottingley. Sir Arthur Conan Doyle, padre del famoso personaje de ficción, Sherlock Holmes, tomó interés en hacerse con las fotos y tras conseguirlas, escribió un artículo en el Strand Magazine, tratando el asunto de las hadas. La discusión, había comenzado en las calles.
Al principio, Conan Doyle, desconfiaba de las fotografías y por ello se las enseñó a sir Oliver Lodge, gran autoridad en las investigaciones psíquicas En Gran Bretaña, que las consideró un truco. Para él, aquellas figuras no eran más que "bailarinas vestidas de hadas". Uno de los argumentos de los investigadores que tuvieron acceso a las fotos, y que negaban que pudieran ser ciertas, era el extraordinario parecido que tenía el peinado de las supuestas hadas con las modas parisinas del momento. Sin embargo, para aquellos que las consideraban auténticas, el hecho de que las figuras aparecieran movidas, demostraban que las criaturas estaban vivas en el momento en el que se impresionaron en el clisé.

Entre defensores y detractores, la balanza se inclinó a favor de los primeros y la prueba de la existencia de los "espíritus de la naturaleza", quedaba demostrada con estas fotos. Pero los detractores seguían siendo muchos y por eso Gardner entregó a las niñas, en agosto de 1921, unas cámaras fotográficas, con sus placas correspondientes, con la que realizar nuevas impresiones de las hadas. Elsie y Frances recibieron del teósofo un cursillo completo sobre profundidad de campo y tiempo de exposición, y la caza de elementales volvió a empezar. Pero lo que las niñas no sabían, era que las placas tenían marcas secretas, que impedirían cualquier truco o sutitución.
El resultado no se hizo esperar. A los pocos días, Gardner recibió una carta de la señora Polly Writh, en la que decía:
"El tiempo estuvo nublado y brumoso toda la mañana y no pudieron tomar fotos hasta la tarde, cuando se disipó la niebla y salió el sol. Así que las dejé y fui a tomar el té con mi hermana. Cuando volví quedé bastante desilusionada: sólo habían podido fotografiar a dos hadas".
Las fotografías fueron de nuevo publicadas en el Strand Magazine, y la polémica volvió a reabrirse. Muchos afirmaban que las fotos no podían ser ciertas pues en ellas se veía a la "gente menuda" con un vestuario demasiado estereotipado. Gardner, en cambio, les replicó diciendo que las hadas de la tradición y las hadas observadas mediante la clarividencia aparecían siempre con las mismas vestiduras. "Lo sorprendente –Afirmaba- Sería que fueran diferentes".
Para el investigador de los temas psíquicos, sir Oliver Lodge, el asunto estaba claro. En cierta ocasión, afirmó: "sin acusar a nadie de fraude, la hipótesis más simple parece ser que una niña imaginativa, jugando a fingir y simular, pudo secundar inocentemente la fantasía de sus amigas realizando figuras creadas por ella, si es que tenía la habilidad, y esas figuras quizá fueron luego fotografiadas".
El razonamiento de Lodge no parecía estar muy desacertado. Con el tiempo, se llegó a saber que Elsie, estuvo trabajando en un estudio de fotografía, por aquella fecha, y precisamente falsificando fotos por encargo. Pero el discurrir de los años vino a añadir nuevos interrogantes sobre la autenticidad de las imágenes.


Casi cien años después de este episodio de Cottingley, el asunto de las fotografías de hadas sigue teniendo sus defensores y sus detractores. Poco tiempo después de que las fotos de Elsie y Frances, se hicieran famosas en el mundo entero, otras fotografías, realizadas también por niñas, fueron a añadirse a ellas como una perfecta secuela. Dorthy Inman (cuya foto podemos abajo) fue una de estas niñas.
Nadie sabe hoy con seguridad, si las fotos de Cottingley fueron ciertas o no. Por los datos que poseemos todo parece indicar que son falsas, pero eso no quita que la gente menuda pueda existir en realidad. Cuantas veces habremos oído a nuestros hijos hablar de sus amiguitos invisibles. Entra dentro de lo posible que no sean más que imaginaciones de una mente que comienza a formarse, pero, ¿y si realmente vieran lo que dicen? Por si acaso, mejor sería que volviéramos la mirada a Cottingley, y a aquellas dos niñas, llamadas Elsie y Frances, antes de pensar que nos encontramos ante una historia imaginada.[/font]





Personalmente... yo no creo... pero nadie puede tener la verdad absoluta


Salu2.